Bernardo Larraín: «No es honesto decir que se puede aprobar para reformar, porque sería prácticamente imposible»

El empresario Bernardo Larraín, expresidente de la Sofofa, fundó el grupo Pivotes, que se autodefine como un laboratorio de políticas públicas, en el que participan Elisa Cabezón, Joaquín Barañao, Rafael Palacios y Angélica Cepeda. Con ellos lanzó un documento muy crítico con el texto constitucional y con propuestas alternativas en áreas como la economía y el medio ambiente; sistema político; la forma del Estado y los derechos sociales. «Estoy absolutamente decepcionado», dijo sobre el trabajo de la Convención.
-La propuesta de Pivots se llama “Recuperemos la Oportunidad”. ¿Ha perdido la Convención el momento constitucional?
-Tenemos una posición muy crítica respecto a cuatro piezas del engranaje constitucional, que son: un nuevo equilibrio entre naturaleza y progreso; sistema político; descentralización y derechos sociales. Se basó en un diagnóstico erróneo y dio respuestas incorrectas. La Convención perdió una oportunidad.
-¿Por qué dice que el diagnóstico está mal? que diagnostico
-En materia ambiental, según ellos, el desequilibrio entre naturaleza y progreso se debe a un exceso de crecimiento. Crean un nuevo instrumento de defensa, que para nosotros es muy probable que sea capturado por el activismo del decrecimiento. Algo similar sucede con los bienes comunes naturales, que son inapropiados: agua, mar, cielo, playas. Y que sólo podrán utilizarse económicamente mediante autorizaciones administrativas. Una vez más, precariza el uso de estos bienes para la actividad económica. La Convención optó por una visión disgregadora, que opone el progreso a la conservación, considerando que ambos conceptos deben integrarse bajo un principio de desarrollo sostenible, con la persona humana en el centro de la discusión.
– Pero, ¿era necesario establecer una nueva relación con la naturaleza?
-Absolutamente. Y el texto actual era completamente insuficiente, tenía omisiones y lagunas. Pero la Convención se fue a otro extremo, con conceptos como los derechos de la naturaleza o los bienes naturales comunes, que provienen del constitucionalismo latinoamericano, es decir, de Ecuador y Bolivia. Vienen del activismo del decrecimiento. Lo sorprendente es que tomaron el centro del escenario en la Convención y reunieron 103 votos para mantener sus posiciones en el borrador.
Mucha gente dice que esta constitución debe ser aprobada porque dice que Chile es un estado social y democrático de derechos. Pero el texto no va a cambiar la vida de las personas. El bienestar no está determinado por las frases poéticas de la constitución. Los dos extremos, exagerar la poesía del texto o estigmatizarlo por Rojas Vade, son chantajes inaceptables.
¿El texto tiene mucha poesía?
-Y es bueno que lo tenga, porque hay una parte épica en la constitución. Pero no es honesto decir que estas sentencias que prometen todos los derechos sociales marcarán la diferencia.
-El sistema político, por ejemplo, establece dos cámaras asimétricas y un sistema presidencial. ¿Qué crees que está mal?
-La Convención partió de un diagnóstico erróneo -el Senado es el problema- para proponer una respuesta errónea. Este sistema bicameral asimétrico con régimen presidencial es único en el mundo y acentuará la crisis política y no la reducirá. Porque debilita un aspecto fundamental de las democracias, los pesos y contrapesos que impiden la captura del sistema por mayorías circunstanciales, por el activismo o por el populismo.
-Uno de los cambios más relevantes que propone la Convención se refiere al estado regional. ¿Crees que no es factible?
-Lo que propone el texto es dividir a Chile en 16 territorios autónomos y 11 ciudades-nación autónomas. Pero el problema del país no era la autonomía política, administrativa y financiera de las regiones. El problema era que las capacidades del Estado están mal distribuidas. Esto se puede resolver manteniendo el concepto de nación, estado.
Un elemento central del proyecto permite a los municipios y regiones crear empresas públicas. Nosotros decimos: Ok, estamos de acuerdo en relajar la obligación de crear empresas públicas. Pero las empresas públicas deben operar en pie de igualdad con las empresas privadas. Por ejemplo, las regulaciones de emisiones de la fundición de Ventanas son diferentes de las regulaciones de las centrales eléctricas. Porque es una empresa estatal a la que se le ha dado cierto privilegio regulatorio.
– Dar más poder a las regiones es un viejo sueño. ¿No le parece realista la propuesta de la Convención en este sentido?
-Los países no cambian de la noche a la mañana. No conozco ningún proceso en el mundo donde un país cuya historia ha sido siempre unitaria abra los ojos y quiera transformarse en cuasi federalismo, como propone el proyecto. Los países son federales porque nacieron así. Suiza nació con los cantones y los cantones decidieron tener un estado federal para ciertas funciones. Los mismos Estados Unidos. No porque un grupo de ilustrados se despierte diciendo que queremos convertirnos en un conjunto de entidades territoriales autónomas, la realidad va a ser así. Esto es profundamente falso.
-Un punto central es la definición de un estado de derechos sociales.
-Es probablemente el más deseado por la gente. Pero no sucederán si tenemos un mal sistema político, si no logramos un nuevo ciclo de progreso que equilibre el crecimiento con la naturaleza.
El Estado debe tener un rol robusto, que no está en la constitución de 1980, pero no hegemónico sino como articulador de capacidades, ya sea la sociedad civil, el mundo del emprendimiento, todos conviviendo en un pie de igualdad. Crear dos sistemas, uno estratégico, preferencial, con financiamiento estatal garantizado, y un segundo sistema privado que permanece en el olvido, que no está prohibido pero cuya existencia no está garantizada constitucionalmente, nos parece un error. Se debilita la libertad de elección y la diversidad que ofrece la sociedad civil.
– ¿Tiene el texto constitucional un sesgo antiempresarial?
-Creo que tiene un sesgo antihistoria chileno, un sesgo antiacumulación de experiencias de diferentes épocas del pasado, un sesgo donde la refundación siempre es mejor que la experiencia, un sesgo de crear nuevos conceptos en lugar de utilizar los existentes. Y un sesgo a favor del Estado, que es el centro, el camino y el destino de la vida económica, social y cultural del país.
-¿Están llamando para rechazar?
-Como Pivotes criticamos el texto constitucional porque parte de un mal diagnóstico y entrega malas respuestas, que dejan mejores alternativas en el camino. Nuestro documento es importante para cualquier escenario del 4 de septiembre. De aprobarse, será un referente para orientar estas reformas y la implementación del texto constitucional en leyes. Si prevalece el rechazo, será base para poner en marcha un proceso que permita construir, ya, esta casa para todos. Lo que cada miembro de la red Pivotes decide es una decisión personal; lo tomarán en los días previos y lo ejercerán en la urna. Y eso también se aplica a mí.
-¿Y has decidido tu voto? Todo indica que votará rechazo.
– He decidido mi voto, pero no creo pertinente revelarlo y lo expresaré en secreto en la urna.
-Usted votó por aprobar en el plebiscito anterior, ¿le decepcionó el texto?
-Si absolutamente. Algunos dicen que el proceso es más importante que el resultado. Porque fue un proceso democrático, histórico y único que nunca tuvimos en Chile. Y aunque el texto sea imperfecto, votarán yo lo apruebo. Les digo: lean el texto. El proceso ya está completo. Incluso lo que hace la armonización no va a cambiar la esencia de estos cuatro temas.
Si el texto es profundamente falso, o desconectado de los temas del siglo XXI, espero que los ciudadanos puedan sopesar si es mejor o no ceñirse a este texto propuesto por la Convención que intentar otro proceso diferente, más ágil. , que a la larga generará un texto constitucional que sea casa de todos. Este claramente no hizo eso.
-¿Por qué crees que el texto tiene ese sesgo que mencionas?
-Es muy sorprendente, hicimos muchos análisis, big data, para entender de dónde vienen estos conceptos. La naturaleza sujeto de derechos, el bicameralismo presidencial asimétrico, el Estado regional, no son el resultado de un debate público, vivo, rico, profundo, previo al inicio de la vigencia de la Convención. Debemos quitarnos el sombrero ante estos sectores convencionales que pertenecen a este mundo del activismo anticrecimiento, de la lógica asamblearia, de una visión hegemónica del estado de derechos sociales.
Me quito el sombrero ante la eficiencia que tuvieron para que sus conceptos, que no eran mayoritarios en Chile, llegaran al texto constitucional. También me sorprende que los grupos que eran actores que participaron en el debate anterior, y que no expresaron estos conceptos, parecen haber cambiado de opinión más tarde.
-¿Quién es?
-El colectivo socialista, los independientes no neutrales: si vemos lo que han dicho antes los que forman estos grupos, no eran esas cosas. Y sin embargo se unieron con entusiasmo, ¿qué pasó allí? Una especie de burbuja de euforia. Querían ser parte de una epopeya, una intención de rejuvenecerse, de ser parte de esa música que ponen en la Convención algunos grupos que en Chile son minoría.
– ¿Es más fácil reformar a partir de una negativa o de una aprobación?
-Obviamente, la forma de reformar la constitución que está en el proyecto es bastante compleja. Piensa que cada reforma requiere, en ciertas materias fundamentales, dos tercios del Congreso y la Cámara de Regiones, o en su defecto, si alcanzan sólo 4/7, un plebiscito.
Evidentemente, no es honesto proponer aprobar una reforma, porque esa reforma es prácticamente imposible. Si quieres avalarlo es porque te gusta el texto. No aprueben la reforma, porque la reforma es muy difícil y no es bueno que cada reforma propuesta al sistema político pase por dos tercios; o cuatro séptimos y plebiscito. Toda la energía política se consumiría en este proceso de reforma, que va a ser sumamente difícil y tedioso, por lo que creo que no es justo aprobar una reforma. Si lees el texto y crees que está mal, lo más consistente es retroceder, comenzar un nuevo proceso.