Sofía Correa: “Voy a votar Rechazo. La nueva Constitución liquida a la nación chilena y otorga los instrumentos jurídicos para instaurar una dictadura”
La historiadora Sofía Correa, doctora en Oxford y profesora de la Universidad de Chile, es una de las firmantes del Manifiesto Constitucional, en el que un grupo de académicos propone algunos principios esenciales para redactar otra Constitución en caso de triunfo del rechazo septiembre 4to. “Pretender que se puede aprobar reformar es ilusorio”, dice.
-¿Cómo nació este Manifiesto Constitucional?
– El “Manifiesto Constitucional. Una Constitución Alternativa para Chile”, es una iniciativa de un grupo muy variado de personas vinculadas al mundo académico, que comparten su compromiso con el estado de derecho y la democracia, que se expresa en un conjunto de principios que proponen al país como base para redactar una nueva Constitución para Chile. Esto se desprende claramente de la introducción al documento que estamos discutiendo. No es por tanto un referente, ni un grupo reunido en torno a una acción política, y es muy importante precisarlo. De hecho, personalmente, con algunos de los firmantes, no nos conocemos.
– ¿Se inspiraron en el Grupo de los 24 que en 1978 propuso una alternativa a lo que sería la Constitución de 1980?
-Efectivamente, el “Manifiesto Constitucional” declara su inspiración en el Grupo de los 24. Esta experiencia histórica reunió a un grupo de juristas que, comprometidos con la democracia y el estado de derecho, englobaron diversas tendencias políticas que van desde los liberales hasta los socialistas, que, en A fines de la década de 1970, se dedicaron a la redacción de una nueva Constitución, mientras el régimen militar avanzaba en su proyecto que «votó» en 1980.
-Su propuesta dice al principio: “Chile es una nación intercultural organizada como un Estado regido por los valores fundamentales de dignidad, igualdad, libertad y solidaridad de las personas”. ¿Es la palabra dignidad un guiño a la explosión social? ¿Cuáles son las diferencias sustantivas con respecto a la definición del proyecto de Convención?
-En primer lugar, es imprescindible precisar que no se trata de mi propuesta, sino de un manifiesto de un grupo de personas, entre cuyos signatarios soy yo.
La sentencia citada en la pregunta es el primero de los principios constitucionales fundamentales con que comienza la propuesta, y contiene muchos elementos que deben ser considerados. Primero, declara que Chile es una nación; Chile no es una pluralidad de naciones asentadas en territorios autónomos; y reconoce el carácter transcultural de la nación. Esta nación, Chile, se organiza en Estado, declara el Manifiesto, y define desde un principio los valores que rigen a este Estado-Nación que es Chile, que son, se dice explícitamente, valores fundamentales de las personas, a saber , dignidad, igualdad, libertad y solidaridad. Estos valores apegados a las personas han estado vigentes durante cientos de años, incluso miles de años, en la conciencia de la humanidad. Difícilmente podrían achacarse al llamado “estallido social” de octubre de 2019 o a las deliberaciones de la Convención Constituyente.
– El artículo 4 de la propuesta establece que “Chile es un Estado social de derecho, responsable de prestar los servicios necesarios para el desarrollo pleno y digno de la persona y su familia. En particular, empleo, salud, vivienda, educación y servicios básicos”. ¿Se acerca a la idea de un estado de bienestar?
-Afirmar que Chile es un Estado social de derecho, encargado de cubrir las prestaciones necesarias para el pleno y digno desarrollo de las personas y las familias, implica ciertamente abandonar la idea de Estado subsidiario que impregna la Constitución que actualmente nos rige. . Personalmente, no me parece que se trate de una vuelta al siglo XX, donde en la posguerra imperaba el ideal del estado de bienestar, que entró en crisis a principios de los años 70. Personalmente creo que lo que se visualiza es una forma de Estado que responda a los retos de la tercera década del siglo XXI en la que estamos inmersos, nuevos retos que exigen nuevas respuestas. Pienso que la certeza de tener que afrontar nuevos retos es transversal a todos los sectores políticos, y por ello, esta nueva forma de Estado podría generar el consenso ciudadano al que aspira el Manifiesto que comentamos.
¿Has leído el borrador final? ¿Cree que no refleja la tradición constitucional de Chile?
-El texto de constitución que nos ha propuesto la Convención Constituyente plantea problemas muy graves. En mi opinión, los más relevantes son:
1.- Destruir la nación que por más de dos siglos ha acogido a una enorme variedad de personas, y Chile está conformado por once naciones indígenas, a las cuales una pertenece por raza (o «sangre» como el lienzo del lanzamiento del libro de Llaitul ), cada uno instalado en su propio territorio (aún no delimitado) que goza de autonomía política, administrativa, financiera y jurisdiccional. El Estado chileno los financiará.
2.- La forma de gobierno inscrita en la constitución que nos proponen, busca concentrar el poder en lugar de distribuirlo y equilibrarlo. Por un lado, se otorga un poder legislativo casi ilimitado a la mayoría simple que controla la Cámara, que será elegida con un sistema electoral que aún se desconoce. El Senado desaparece y es reemplazado por una institución débil, casi figurativa. Al mismo tiempo, el poder legislativo está encomendado al Ejecutivo, ya que podrá regir por decretos en múltiples materias, si la Cámara le fuere desfavorable. Si la Cámara le es favorable, estaremos frente a una dictadura de frente legal, como las nuevas dictaduras de América Latina.
3.- El Poder Judicial se politiza, se controla y además se reduce a ser un simple “Sistema Judicial”, paralelo a los sistemas judiciales indígenas.
Mires donde mires esta constitución, si se aprueba, dará lugar a demasiados conflictos y confrontaciones sociales y políticas.
-¿Cuáles fueron los principales errores de este proceso constituyente?
-El error fundamental fue haber encomendado el proceso constituyente a una Asamblea que, nada más instalarse, hizo gala de su carácter ruidoso y de su intransigencia ante la diversidad de posiciones. El poder constituyente reside en el Congreso Nacional, donde los ciudadanos están representados en todos sus matices de pensamiento y sensibilidad. El Congreso Nacional tiene más de cien años de experiencia en la consulta de expertos en las más diversas materias para ilustrar sus decisiones, y esa experiencia centenaria facilita el diálogo necesario para llegar a acuerdos y consensos. Así, la redacción de una nueva Constitución debió ser resuelta en el Congreso Nacional. Es muy grave debilitar al Congreso, ha tenido consecuencias desastrosas en la historia política chilena.
-¿Qué lecciones podemos sacar de esto?
– Me parece que la Convención Constitucional nos ha permitido ver con claridad los excesos a los que conducen la intolerancia y la manipulación política.
-El manifiesto dice que «un rechazo plebiscitario debe abrir paso a otra etapa superior del proceso constituyente». ¿De qué manera?
-La Convención Constituyente ha elaborado un texto que será votado el 4 de septiembre. Es legítimo y políticamente posible que dicho texto sea rechazado. Esto no generará inestabilidad institucional. Las manifestaciones violentas son posibles, pero dependerá del gobierno mantener el orden público. es tu deber El rechazo del texto que redactó la Convención Constitucional abrirá una nueva etapa en este ya largo proceso constitucional. El trabajo de la Convención seguirá siendo un aporte a ser discutido por quienes asumen la responsabilidad de redactar una nueva constitución para Chile.
-Según la encuesta Blanco y Negro, el 53% no cree que si ganan el Rechazo cambiarán la constitución. ¿Cree que es mejor rechazar la reforma que aprobar la reforma? ¿Porque?
-Como dice el Manifiesto que comentamos, el rechazo en el plebiscito da paso a una nueva etapa en el proceso constituyente. No sólo es deseable, sino que es inminente. La Constitución que nos rige está muerta desde que se firmó el acuerdo de redactar otra por convención. Además, estamos viviendo un nuevo ciclo histórico a nivel global, marcado por la pandemia del Covid, por el cambio climático y la catástrofe ecológica, por las demandas de igualdad -étnica y feminista entre otras que vendrán-, por la intensidad de la globalización, por la imperio de las redes sociales frente a los medios y frente a las formas de hacer política, entre muchos otros factores que marcan un profundo cambio en los tiempos históricos. Los desafíos de esta tercera década del siglo XXI exigen respuestas políticas e institucionales innovadoras que den como resultado una nueva constitución. No se puede mostrar ningún otro escenario.
Por otro lado, pretender que se puede aprobar reformar es ilusorio. Porque el núcleo constitutivo de este texto constitucional es la plurinacionalidad con la pluriterritorialidad (once naciones indígenas, a las que uno pertenece por etnia, raza o sangre, en territorios bajo su control), lo que conducirá a una espiral de violencia de la que no sabemos donde terminará. . Esta dimensión esencial del proyecto de constitución no puede ser reformada, porque es consustancial al nuevo texto, y por tanto, como un candado, su reforma requerirá la aprobación de estas mismas naciones indígenas. Si pensamos en las reformas al pie de la letra que se proponen, estas serán en aspectos insignificantes, en ningún caso en aspectos esenciales, como lo es también la forma de gobierno, que, tal como está concebida, pronto conducirá a una dictadura con fachada legal. , como ha sido el caso en otros países latinoamericanos.
– ¿Cuál es tu conclusión personal? ¿Votarías en contra?
-Desde 2015 publiqué artículos académicos en los que abogué por un cambio constitucional desde el Congreso Nacional, y al mismo tiempo rechacé con múltiples argumentos la idea de una Asamblea Constituyente (AC) que se había asentado en pequeños núcleos académicos. . Visto desde hoy, creo que tenía razón. Luego, durante el plebiscito de lanzamiento del proceso constituyente, no se presentó la alternativa de redactar una nueva constitución desde el Congreso Nacional, sino que sólo se preguntó si queríamos una Convención para hacerlo. Al mismo tiempo, los políticos prometieron que sería elegido con el mismo sistema electoral que rige la elección de los diputados, lo que dio cierta tranquilidad.
Sin embargo, como señalaron eminentes juristas, el sistema de elección de electores se modificó luego del plebiscito, y con la nueva fórmula los partidos quedaron prácticamente excluidos de la Convención, al contrario de lo ocurrido en las recientes elecciones legislativas, donde salieron fortalecidos. De esta manera, de hecho, se configuró una Asamblea Constituyente, donde prevalecieron las figuras más intransigentes y los estilos más agresivos y ruidosos. La mentira de Rojas Vade se convirtió así en un símbolo de la Convención Constitucional, no en una anomalía. Luego vinieron las conclusiones de las comisiones, algunas de las cuales fueron terriblemente irracionales. Por eso no me sorprende el texto final que surgió de este proceso: una constitución que liquida a la nación chilena y otorga los instrumentos jurídicos para instaurar una dictadura bajo la apariencia de la legalidad. Por cierto, votaré Rechazar.