¿Qué podemos aprender de España? Parte 2. Por Carlos Lavín Subercaseaux
Una buena red cooperativa de salud pública y privada, alimentación más saludable, menos estrés en el trabajo, un poco menos de alcohol y una buena cama. Todo ello enmarcado en la tesis de no siempre andar tan rápido en la vida. Al final, el cementerio no cierra.
La primera parte de esta columna se puede ver AQUÍ.
Longevidad:
La esperanza de vida de las mujeres españolas ronda los 86 años, 5,4 años más que la de los hombres, solo por detrás de las japonesas (87,5 años) (Pension at Glance 2021). ¿Por qué pasó esto?
En 1980 se consumían en España 17,5 litros de alcohol puro por habitante. En 2016, la cifra baja a 8,6 litros, que no es necesariamente una cifra baja pero sí inferior a la nuestra. (Chile unos 9,6-10 litros per cápita)
Alto consumo de dieta mediterránea rica en pescado, frutas, verduras, legumbres y aceite de oliva. Los alimentos que lo componen ayudan a estabilizar el azúcar en la sangre, reducen el colesterol y los triglicéridos, y reducen el riesgo de desarrollar enfermedades del corazón. De igual forma, solo el 20% de la población compra productos procesados.
Se trabajan más horas, pero con tiempos de descanso más largos. Esto es lo que hace que los españoles avancen a un ritmo más humano y menos tenso. Muchos considerando esto improductivo, pero no es tan claro, puesto que el tiempo que se dedica a socializar en la jornada laboral crea relaciones de confianza más estrechas entre los compañeros (as) de trabajo, sin contabilizar los salubres beneficios que trae andar “dos cambios más bajo».
En España, según un estudio de la farmacéutica Gedeon Richter citado por el diario El País, los españoles mantienen relaciones sexuales una media de 2,1 veces a la semana. El sexo más seguro tiene muchos beneficios para la salud física y mental.
La gestión de la sanidad pública en España es destacable, en gran medida por la gestión descentralizada de las Comunidades Autónomas (punto que trataremos en el apartado siguiente) y un modelo de gestión colaborativo entre los sectores público y privado.
En conclusión, una buena red cooperativa de salud pública y privada, alimentación más saludable, menos estrés en el trabajo, un poco menos de alcohol y una buena cama. Todo ello enmarcado en la tesis de no siempre andar tan rápido en la vida. Al final, el cementerio no cierra.
Autonomía territorial:
España es uno de los países más descentralizados desde el punto de vista de la política organizativa territorial. Es, en su título VIII, uno de los aspectos más importantes y controvertidos de la constitución española de 1978, que hace referencia a una organización territorial del poder en torno a un estado autónomo.
España ha decidido dar autonomía a determinadas zonas (17 comunidades autónomas, 50 provincias, 2 ciudades autónomas, Ceuta y Melilla), con la lógica de que tanto en lengua como en aspectos culturales, el catalán, el euskera, el andaluz, el gallego, entre otros, son no es lo mismo
Sin embargo, la constitución es clara en su artículo 2: «La constitución se funda en la unidad indisoluble de la nación española, patria común e indivisible de los españoles…». En otras palabras, existe un principio de unidad jurídica, política, económica y social que no es compatible con la división del Estado.
Chile, a diferencia de España, no tiene una pluricultura tan marcada, pero sí la suficiente para dar autoridad real a las regiones en materia de orden local, contribuyendo a la descentralización, pero sin comprometer la justicia paralela, los derechos preferenciales o los principios que, en el largo plazo, corren desarman la unidad del Estado y su poder ejecutivo.
Unión Europea:
Es obvio que en la unión hace la fuerza y en el caso de Europa, la desunión le ha costado la devastación y muerte de su población, producto de la Segunda Guerra Mundial. (Entre 50 y 60 millones de muertos).
La unión de diferentes países, idiomas, culturas y caracteres, como es el caso de Europa, es un logro excepcional y no es algo que sucederá de la noche a la mañana. De facto, el proceso comenzó en 1950, cuando Robert Schuman, ministro francés de Asuntos Exteriores, pidió a Alemania que reuniera la producción franco-alemana de carbón y acero bajo un mismo techo.
Ahora queda mucho camino por recorrer hasta la unificación de la moneda a finales de los 80 y la Europa sin fronteras en los 90. No podía ser de otra manera, ya que la comunidad está formada por culturas y lenguas muy diferentes. Reino Unido y Alemania poco tienen que ver con Francia, Italia o España.
¿Puede América Latina aspirar a tal unión? Nunca se sabe en estas cosas, ya que las circunstancias pueden cambiar drásticamente en un área. Pero una cosa es cierta, la unificación económica, monetaria y fronteriza de una región no es tarea fácil. Se necesitan experiencias muy fuertes para entender que realmente es más conveniente estar unidos (los seres humanos, lamentablemente, tendemos a entender a base de malas experiencias), una clase política preparada, que dirija y planee más allá de las elecciones del próximo período. Queda claro hoy que la región no tiene nada de eso, sino todo lo contrario.
Lo anterior no es fácil de lograr, pero se hace más factible afianzando los lazos de la región con España, un país que retorna en muchos aspectos y del que heredamos importantes raíces de diversa índole.